jueves, 7 de mayo de 2015

Gentuza


Pasado pluscuaimperfecto

Ansioso por la hora, agobiado por mi falta de previsión culinaria, impotente por la falta de aparcamiento, me dirijo a un tugurio a comprar verduras de no sabe dónde y un poco de pollo adulterado para echarlo a plancha a ver si ahogo el hambre y el ansia del paso del día. Por fin me decido a dejar el coche en un hueco en el mismísimo ocipital de un aparcamiento subterráneo, asomando el cabezo por la puerta de aquel mercado intergaláctico y atento a la llegada imperiosa de algún platillo volante del submundo terrenal que me dejara sin las trompas de las mismísimas orejas.

Cargado de víveres transgénicos me subo en mi carromato y tras el arranque del mismo me percato del roce producido contra el coche circundante…El coche vecino no contiene inquilino alguno, ¿qué hago?...de repente suena una música celestial en el interior de mi vehículo, el ambiente se inunda de humo y de angelotes gordinflos y rojizos que me susurran al oído en la lengua chacralizante: “haz el bien, protege a tus concubinos y el bien recaerá sobre todo tu ser como una pléyade de rayos divinos milagrizantes…”

Y ahí fui yo, papelajo en mano y un bolígrafo para testificar mi delito y para dejar una huella mortal de mi causa aseguradora…La vuelta a mi casa fue esplendororosa, subí a mi piso flotando entre querubinos sanadores y me dije: “este mundo es hoy un poquito mejor”…

Presente imperfecto

Pues muy bien, entre tanta milonga y tanta falsa pose de carácter humanoide me encuentro yo cada sábado por la mañana cuando bajo al asfalto a por mi coche, y sin encontrarme recibo alguno del presunto infractor me vuelvo a decir cada semana: “bueno, qué más da, otra raya más en la piel del tigre…”