Coincidiendo
con la llegada de la primavera el campo se llena de amapolas y margaritas
silvestres y los animalillos se exaltan ante la atmósfera polinizante, y
mientras tanto, la superficie
alquitranada se ve invadida por una colonia de criaturas ansiosas e inquietas,
son los “Caracolianos de la Quinta Esfera Celeste”. Estos seres de rasgos
humanoides sufren un tic incesante que se repite todos los días a la llegada
del atardecer y que solo pueden combatir con la ingesta masiva de esos
tentáculos babeantes de aspecto conchiforme provocando en todos los
caracolianos un éxtasis pélvico de naturaleza orgásmica. La pandemia no resulta
ser extremadamente nociva para los organismos públicos y hasta ahora no se ha
dictado ningún bando municipal que prohíba la presencia de dicha secta en la
sociedad postmoderna.
Los
orígenes del ungüento mágico derivan de una receta ancestral hecha a base de
hierbas naturales manipuladas justo antes de realizar el anclaje de los
bichillos al caparazón eterno. Hubo una época donde la secta de los
caracolianos fueron perseguidos por los organismos oficiales por lo que se
reunían en guaridas secretas para el consumo masivo de los herbívoros de la espiral suprema.
Pero esto
se acabó, ahora con la llegada de la globalizatio se ha extendido una práctica
habitual que desvirga la receta mágica a través de un cofre cristalizante que
promete la inclusión de cada una de todas las partículas especiales que
permite la recuperación de la fórmula antiguoide y que no es difícil de
encontrar. Solo tienen que fijarse que ahora no solo el Bar Manolo o el
tabernáculo de turno cuentan con el cartel que adoctrina a los caracolianos,
no, ahora también puedes saciar tu sed caracoliana en el chino de la esquina,
en la droguería de la acera derecha, en el taller de en frente, en el disco pub
de la otra calle o en el kiosko de prensa del barrio, total, qué más da
mientras tengan caracoles para llevar…