Pasado pluscuaimperfecto
Ansioso por la hora, agobiado por
mi falta de previsión culinaria, impotente por la falta de aparcamiento, me
dirijo a un tugurio a comprar verduras de no sabe dónde y un poco de pollo
adulterado para echarlo a plancha a ver si ahogo el hambre y el ansia del paso
del día. Por fin me decido a dejar el coche en un hueco en el mismísimo
ocipital de un aparcamiento subterráneo, asomando el cabezo por la puerta de
aquel mercado intergaláctico y atento a la llegada imperiosa de algún platillo
volante del submundo terrenal que me dejara sin las trompas de las mismísimas
orejas.
Cargado de víveres transgénicos
me subo en mi carromato y tras el arranque del mismo me percato del roce
producido contra el coche circundante…El coche vecino no contiene inquilino
alguno, ¿qué hago?...de repente suena una música celestial en el interior de mi
vehículo, el ambiente se inunda de humo y de angelotes gordinflos y rojizos
que me susurran al oído en la lengua chacralizante: “haz el bien, protege a tus
concubinos y el bien recaerá sobre todo tu ser como una pléyade de rayos
divinos milagrizantes…”
Y ahí fui yo, papelajo en mano y
un bolígrafo para testificar mi delito y para dejar una huella mortal de mi
causa aseguradora…La vuelta a mi casa fue esplendororosa, subí a mi piso
flotando entre querubinos sanadores y me dije: “este mundo es hoy un poquito
mejor”…
Presente imperfecto
Pues muy bien, entre tanta
milonga y tanta falsa pose de carácter humanoide me encuentro yo cada sábado por
la mañana cuando bajo al asfalto a por mi coche, y sin encontrarme recibo
alguno del presunto infractor me vuelvo a decir cada semana: “bueno, qué más
da, otra raya más en la piel del tigre…”
Brillante Jaume!!!
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